La Historia No Contada de la Familia. Capítulo 2. Huérfanos "Colocados"


Capítulo 2. Huérfanos “colocados”

Al igual que Elauteria, quien ya estaba colocada, llegado el momento, Saturnina y Justo también fueron colocados a trabajar en casa de familias. Era la costumbre para la época que los hijos eran empleados en familias del pueblo para que aportaran su ingreso a la familia. Y cuanto más ahora que quedaban huérfanos de padre y madre, bajo la tutela de Barbarita y compartiendo con sus hijos Filomena, José Emilio y la pequeña Brígida, y había que procurarse por su cuenta el sustento diario.
Saturnina fue colocada a tiempo completo trabajando en una de las familias más pudientes del pueblo. Justo, por el contrario, fue colocado a tiempo parcial durante el día en otra familia.

La “colocación” era una suerte de contrato entendido mediante el cual una familia entregaba a un hijo, propio o adoptado, para que realizara todas las labores asignadas por la familia empleadora; ésta se atribuía el derecho de criarlo a su manera, pudiendo castigarlo cuando desatendía sus deberes. Las tareas asignadas variaban, dependiendo de la actividad a la cual se dedicaba la familia, o ajustadas a las posibilidades de desempeño del menor. En general, era una condición casi esclavizante, cuya miserable paga entregada a sus padres servía para levantar al resto de sus hermanos menores, quien, con sus padres, vivían usualmente en condiciones de miseria.

La colocación de Saturnina comprendía realizar todas las tareas domésticas posibles, junto con otra servidumbre contratada por la familia receptora.

Justo sería dedicado por su corta edad a realizar mandados y demás que haceres de la casa como cuidar los animales que la familia poseía en amplios corrales en los extensos patios de la época.

Nieves, por su parte, siempre fue indiferente, desprendida de sus padres. Siendo la mayor, debió haber cuidado de sus hermanos menores. Pero lo de ella era otra cosa, era soñadora; admiraba las hazañas de los artistas que llegaban al pueblo con los circos, deseando también emprender vuelo con ellos y hacer una nueva vida. Se cree que se fue del pueblo con hombre y nadie más supo de ella por mucho tiempo.

José del Carmen, se hizo un hombre de perfil muy rústico, alto, grueso, muy campechano; eso sí, muy trabajador como Ismael. Desde muy pequeño, dedicó junto a su padre mucho sudor y esfuerzo en las haciendas El Centeno y La Guadalupe, en las sabanas de San Antonio y Llano Jorge, cortando caña dulce y construyendo canales de irrigación. Continuó trabajando allí otros años más, siempre orgulloso de la buena reputación y obras de Ismael, quien era muy reconocido por su buen trabajo como maestro de obra, muchas de las cuales todavía están en pie y son canales de riego reliquias de esas haciendas.

Elauteria, era todo un personaje, fuerte, y aguerrida. Estuvo colocada pero siempre pendiente de sus hermanos, especialmente para protegerlos de agresiones de aquellos que osaran humillar a los desvalidos huérfanos. No le temblaba el pulso para sacar un puñal y defenderse o intimidar a todo a aquel que se atreviera a meterse con su protegido hermano menor Justo.

Los más idénticos eran Justo y Saturnina, los que recibieron directamente las enseñanzas de Ismael y q fortalecieron sus lazos de hermanos tal vez por el sufrimiento de compartir la orfandad a tan temprana edad. La tía Brígida y Filomena, compañeras de faenas y viajes, junto con la abuela Saturnina, al pueblo de La Parada, en Colombia, para hacer mercado, las hacía parecer también muy unidas y bien dispuestas una para la otra, como las mosqueteras del pueblo.

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